miércoles, 28 de octubre de 2015

Heridas de boda


Parte 1: Guerra interior y paz exterior.

Me mato una y otra vez pensando en qué pasa por la mente de alguien para enamorarse. 

Intento creer que en un futuro todo irá bien y que en realidad eso está en mis manos. 

Bebo del amor caducado que dejaste en mi nevera para poder así comerme la locura amarga que está en mi mente.

Intento abrir latas de cordura que más tarde resolveré en un crucigrama de dudas pensada por un par de malhechores insensatos que buscan un camino recto para poder sonreír. 

Lucho por la existencia de una paz común que nos haga felices, que nos haga impregnarnos de sentimientos verdaderos, que nos haga ser algo de lo que dejemos una huella aplastada por la guerra.

Silencio el olvido a través de mil profecías que un genio interpuso en mi camino. Que pone barreras que separan países hermanos. Que hace el amor para sentirse bien.

Parte 2: Perdón exterior y rencor interior.

Tatuarme tu carmín cada día, impregnarme de tu frío en mis pies, levantarme perdonando a aquel que me odió, y odia, y pensando mis pasos mirando si no hay tecnología loca que me haga sentirme pequeño. 

Escupir en mis muros de soledad, y romper las vallas electrificadas de mi distrito. 

Gritar libertad a lo Wallace, y no dar discursos emotivos como los de Will. 

Ir pulgada a pulgada como Al Pacino, y no llevar balas interiores como Corleone. 


Felicidad, sólo te pido una cosa, que si vuelves, no vuelvas a irte a por tabaco como de costumbre, puede que esa vez yo no quiera volver contigo, y si no quiero volver contigo, tristeza solo pensará en ti. Vuestro matrimonio era muy bonito hasta que la dejaste con el bombo y te marchaste con la prostituta que te enganchó. Pero bueno, tampoco me importa mucho, tu hermana gemela sigue acostada conmigo, y si te digo la verdad, folla mejor que tú.