sábado, 23 de enero de 2016

Senderos de fuego

Ella era esa balanza y él ese peso que la desequilibraba. Ella estaba loca, él, puede. Decidieron caminar por el ardiente sendero que algunos utilizaban para soñar, levantarse por la mañana y no cumplir metas. Las puertas de la adrenalina mutua estaban abiertas, ya sabían que iba a haber muros, obstáculos, vallas… pero solo había que superarlos, esquivarlos y saltarlos.

Llegados a la cima, subiendo durante meses una gran cuesta, tropezaron con un tabla que estaba en pendiente y volvieron al kilómetro 1. Llegaron donde empezaron. Quedaban dos opciones: La primera era salir por la puerta por la que habían entrado y despedirse, aún sabiendo que se iban a encontrar. Y dos, la más fácil y difícil, volver a empezar el camino de cero. 


Se dice que aún siguen caminando pese a que en una ocasión les separó un mar, en otra el tiempo y en otra, los cuatro sicarios que les quieren matar. Además, dicen que ambos se quieren a matar y que por fin, los dos, decidieron poner el mismo peso en cada lado de la balanza.


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