domingo, 13 de diciembre de 2015

Ella es mi iglú perfecto

Al final acabé descubriendo que dormir despierto no significa soñar con un mundo ideal. Que no quería ver como sus ojos se inundaban en un mar de recuerdos forzados. Descubrí también que no quería ser feliz si no la tenía ella, y que mis manos desnudas bajo el frío abrasador no necesitaban otra piel que no fuese la suya para existir.

Descubrí que su cuerpo era el iglú perfecto dónde dormir a miles de grados bajo cero. Que necesito su voz, sus labios, esos ojos que me miran y me estremecen, sus dedos recorriendo mi espalda y sus días tontos donde el más mínimo detalle me saca una sonrisa. Que la quiero a ella con sus prontos y sus movidas, con su sonrisa maltrecha y con los pies que caminan y me enseñan que hay veredas que nunca nos atreveríamos a cruzar solos.

Ella es mi locura y lo que me apasiona en noches dónde la luna ilumina sólo la vida de otros olvidándose de la mía. Que ella me aguanta, me grita, me toca, me besa e incluso, y no solo en malos momentos, me tranquiliza.

Corre, vuela, canta, grita, excita, mira y nunca dejes que nadie te diga que una relación no puede surgir por el simple hecho del pasado. El pasado nos hace como personas pero el presente es en lo que decidimos si queremos seguir estancados atrás o si preferimos ver un mundo dónde todo lo que hemos soñado pueda llegarse a cumplir. Eso sí, cumplir tus sueños no significa felicidad si no tienes a alguien a tu lado que te haya apoyado y con quién puedas compartir tus éxitos.

No puedo prometer dinero ni una felicidad plena todos los días, pero si prometo que te cuidaré, qué seré las manos que te levanten cuando te caigas y que estaré entregado a ti minuto a minuto y si hace falta, guión a guión.

PD: El color cobrizo es el único color que puedo ver muchas veces en mi mundo daltónico.


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